lunes, 30 de abril de 2012

CONOCER A QUIENES FORJARON CAMINOS, ESCUCHARLOS, APRENDER PERO SOBRE TODO NO OLVIDARLOS!!!

Una vida de música y alegría
Víctor Manuel “Vitillo” Abalos: hoy, lunes 30 de abril, cumple 90 años una gloria del folclore.
Víctor Manuel Abalos está impecable. Le queda bien ese saco con rayas, el chaleco de lana y la camisa rosa. Habla lento y es ceremonioso. Aunque vive en Buenos Aires desde 1939, “Vitillo” mantiene invariable su tonada santiagueña. Se atrinchera en ese fraseo cansino, como si siguiera viviendo en un patio santiagueño y no en Congreso.
“Vitillo” es el único sobreviviente de “Los Hermanos Abalos”, grupo que durante 60 años integró junto a Machingo, Adolfo, Roberto y Machaco. Creadores de Agitando pañuelos y Nostalgias santiagueñas , el conjunto comenzó a actuar a finales de los ‘30 y se despidió en el ‘97 porque no querían “hacer un malambo geriátrico, en el que uno zapatee y los otros lo sostengan”.
Pero el bombisto y bailarín no se resistió a dejar la música cuando el grupo se disolvió. Al año, comenzó a hacer El patio de Vitillo Aballos, un espectáculo itinerante que lo lleva a recorrer todo el país contando anécdotas, bailando y cantando. También tiene un programa de radio con el mismo título en Nacional Folclórica (FM 98.7).
En su living, el hombre que mañana cumple 90 años dice “pregunte nomás, cumpita…” Y comienza a citar fechas con una memoria que Funes hubiese envidiado. Analiza el folclore actual, recuerda la escuela de artes nativos que crearon en Barrio Norte y cómo era la Buenos Aires de aquellos años, en la que el folclore era algo exótico. “Yo era el único tipo que tenía un bombo. Iban a mi casa a pedirle permiso a mamá para que preste el chico y el bombo”.
¿Nació el 30 de abril o el 8 de mayo de 1922? Nací el 30, pero me anotaron el 8. Es una ventaja porque puedo macharme (emborracharme) dos veces (se ríe, sin perder solemnidad). Lo voy a festejar en el Teatro 25 de Mayo de Santiago. Ahí saludaré a la gente y diré que nuestro arte popular merece ser difundido. Hablo mucho del patio de mi casa, de las cosas que pasaban ahí.
¿Y qué pasaba en ese patio? En esa época, no había computadoras ni nada. Mis hermanos invitaban a sus amigos y sacaban el piano al patio. Como en Santiago no llovía, no había peligro de que se arruine. Uno de los amigos era Enrique Farías Gómez, que luego fue el padre de Los Huanca Huá.
Además del grupo, se hicieron famosos por crear una academia de folclore en los ‘40.
Se sabía muy poco y había un gran rechazo por la cosa criolla. Era una ciudad cosmopolita, en la que se oían hablar muchos idiomas. Creamos la academia para poder mantener al conjunto. Enseñábamos a bailar, cantar, tocar el piano, la guitarra y el bombo. Tuvimos como alumnos a Félix Luna y a Ernesto Cabezas (Los Chalchaleros). Enseñábamos con mucho cariño y convencidos de la fuerza telúrica del arte de nuestra zona.
¿Le gusta el folclore de ahora? Hay buenas voces e instrumentistas, pero les falta el gustito local. Usted se da cuenta de que la persona no está informada porque hay algo que no convence. ¿Cómo puedo cantarle a los cerros si nunca fui? El norteño se dará cuenta de eso, aunque los versos tengan buena rima. Una buena canción te da ganas de conocer el lugar.
Cuando se murió Adolfo, dijo: “Me han dejado solito. Tengo miedo, carajo”. ¿Los sigue extrañando? A los cuatro por igual. No hemos sido esa clase de hermanos que se ven para Navidad. Fue toda una vida de música y alegría. Curioso. Hace unos días, en Carlos Paz, como si tuviese un ojo en la nuca, los vi por un segundo. Me di vuelta rápido. Y ya no estaban.
Fuente: Diego Jemio, Clarín.

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